[ADVERTENCIA: Si usted utiliza frecuentemente expresiones tales como “Nooooooo, yo no miro Gran Hermano” (lo último puede ser sustituido por “Tinelli”), seguido por algún tipo de justificación intelectual de todas las falencias que carga la televisión en materia educativa y, lo que es peor, en materia ética; y, finalmente, sugiere con cierto desdén, cuando no desprecio, y tono de reproche «Yo no entiendo porqué la “gente” mira “eso”» (Sí, sí, sí… es la misma “gente” que le avisa semana a semana a Lilita que se acaba el mundo y la misma que le sugirió a Mirtha Legrand, alias “la vieja chota”, que los gays tienen el curioso hábito de violar a sus hijos), se recomienda no continuar leyendo este artículo].
Gran Hermano (GH) es un fenómeno televisivo mundial que tiene tantos seguidores como acérrimos críticos, y que ha estado en la Argentina, de manera permanente pero descontinuada, desde el año 2000. Antes que nada queremos hacer una segunda advertencia, esta opinión estará exenta de cualquier reflexión filosófica pelotuda, y evitará sistemáticamente hacer uso del muy toqueteado nombre de George Orwell, que nada tiene que ver con los aconteceres de este grotesco televisivo. Al mismo tiempo, no incurriremos en críticas pretenciosas que señalen analogías aún más estúpidas que las primeras, tal como aquella vertida por un panelista de cierto programa nocturno de aire progre que tuvo la brillante idea de comparar GH con el trabajo esclavo recientemente denunciado por la AFIP. Dicho esto pasaremos a indagar acerca del producto televisivo que resulta de GH.
Ante todo, GH es un programa de entretenimiento, cuyo objetivo es transmitir permanentemente la vida de una veintena de personas encerradas en una casa. La primera crítica que surge apunta a la posibilidad de que todo el discurrir en la casa esté previa y detalladamente guionado, pero ¿no resulta absurdo reclamar veracidad a un programa de entretenimiento cuando ya naturalizamos y asumimos la inexistencia de cualquier pretensión de objetividad y honestidad en los programas informativos? Guionado o no, el producto GH se sustenta en la posibilidad de que estallen conflictos entre las personas sometidas voluntariamente a un régimen de convivencia permanente. No es necesario hacer observaciones tontas en torno a los objetivos de la producción de sacar rédito, pero lo mismo vale para otros realities donde “se hacen cosas” (es “más copado” tener gente encerrada cantando o bailando que haciendo nada) o los abundantes programas de edición de informes con cachos de estos mismos programas a los que les agregan un agudo sentido crítico (Sííí, agudíiiiisimo).
Siempre llama la atención a los críticos de GH, cuando no a los propios seguidores, la posibilidad que tienen los participantes para “suspender” sus vidas durante algunos meses, dejar a sus familias y amigos, y, lo que resulta más detestable a la impostada moral burguesa, abandonar sus trabajos. Otra vez el tono de reproche aparece: “Ojalá a mí me pagaran por no hacer nada”, y el anterior reclamo moral e intelectual deviene en una simple queja de índole económica basada en la envidia, idéntica a la de los propios participantes que no han logrado ingresar al programa. A los seguidores y a los propios conductores y panelistas (reubicados en rol de “espectadores críticos”) también les surge el mismo reclamo, pero en una clave distinta. El morbo del público se dirige hacia dos puntos nodales de las relaciones humanas: el sexo y la violencia. La última de las dos casi nunca se ausenta, ya que la propia dinámica del programa (de cagarse mutuamente hasta que gane alguno que se regodeará ostentosamente en la cara de sus compañeros) y una convivencia regida por la añoranza del vil metal permite fácilmente generar rispideces (además de algún golpe de efecto provocado ad hoc por la producción, como se ha visto en la presente edición). Por su parte, la demanda de sexo desenfrenado parece ridícula, los panelistas reclaman con vehemencia que si ellos estuvieran en las mismas circunstancias montarían una orgía multitudinaria con ellos como protagonistas principales (una expectativa similar es guardada por la mayoría de los televidentes). La imaginación supera cualquier realismo, y supone que GH puede responder repentinamente al guión de un film pornográfico con diálogos tales como “Uyyyyy, ¡Cuánto tiempo encerrados! ¿Por qué no nos ponemos a coger entre todos?” (A la que le seguiría una respuesta unívoca del resto: “¡Síiiiiiiiiiii!”).
Concluyendo, nada se puede reclamar a un programa orientado a entretener. No verlo o ignorarlo (lejos de una pretensión elitista e intelectual, esto quiere decir que usted vive en una ermita o en un baño público 24 horas encerrado) no implica ningún mérito intelectual, simplemente demuestra la incapacidad de entender que cientos de miles de personas puedan estar interesados en ver la vida de determinados individuos encerrados en una casa por voluntad. Los apasionamientos a favor y en contra son un tema aparte, la toma de partido en las rencillas internas urge una virulencia inusitada. Y ahora me retiro, tengo que ir a ver si estos boludos garchan de una vez.
Fernando Manuel Suárez – De la redacción
Muy interesante la reflexión. Creo que uno de los atractivos que siempre tuvo ese tipo de programas es el de permitirnos ser «viejas chusmas», es decir, saber vida y obra de gente que realmente no nos importa, y cubrir con sus éxitos o fracasos los propios. En cuanto a uno de los planteos que marcabas, el sexual precisamente, creo que va de la mano con una tendencia televisiva que va creciendo, como podemos ver en la gran mayoría de los programas de gran rating.
Sin ánimos de plantear una situación superadora, lo que me genera un poco de decepción es que antes se utilizaba el recurso de lo sexual en situaciones más complejas, tanto en una historia de ficción o en un programa humoristico, cuando ahora se vende tan fácil que no se si genera el mismo efecto que antes.
Jaja, me gusta el ángulo por donde está encarado el análisis, quizás las aclaraciones son muchas pero pertinentes. También pienso que es un entretenimiento y que no tiene sentido perder tiempo en críticas tan improductivas como la gente que está en la casa. La realidad está sobreestimada.
Buen post. Entre los escasos programas que compiten con GH en la tele de aire no es tan fácil encontrar hoy por hoy algo que cumpla mejor el rol de entretener… en buena medida porque pocas producciones pueden darse el lujo de mostrar el primer plano de unas glándulas mamarias con patas durante un cuarto de hora ininterrumpido… a no confundirse, esto es lo que más me gusta del programa.
Por otro lado Gran Hermano tiene una ventaja enorme en comparación a cualquier tipo de producciones: genera el contenido de todo el canal. De la misma forma que opera Showmatch, se trata de un producto relativamente barato (los protagonistas laburan por la fama y no el dinero) y a partir de esto se están generando informes, discusiones, debates, durante todo el día. La semana pasada, en la radio, Sebastián de Caro mencionó que trabajar en Gran Hermano era maravilloso e incomparable con una ficción porque era «puro clímax». El conflicto se genera constantemente, y eso es algo inimitable para la ficción tradicional.
Fer, la nota es interesante por varias razones: por un lado, desnuda las contradicciones sin las cuales sería imposible generar el debate de tintes moralistas que impregna el contenido de los programas satélites al fenómeno principal; por otro, es un acierto la mención a las expectativas del público.
Al segundo día de leer tu nota, escuche a un panelista haciendo mención al éxito de los programas de realidad ficcionada, resulta que ancló su explicación en esto de las expectativas pendulantes entre la posibilidad de observar la experiencia de un par de tipos/as encerrados y la loca idea del público que éstos puedan desatar en cualquier momento una película de suspenso, drama, comedia o, porque no, una porno.
Yo creo que estos programas tienen tanto éxito porque, además de cubrir las expectativas, generan un debate asequible a todos los públicos en donde la reproducción continuada del formato, casi en un nivel performativo, copa las charlas cotidianas y genera interés a partir de la identificación… No es casualidad que el latiguillo asociado al programa sea »como la vida misma». Un ejemplo de ello sería el dudoso tratamiento que le dan a cuestiones referidas al género y las adicciones pero claro, como bien vos decís, es un programa de entretenimiento; dichas cuestiones son tan operativas como la técnica y la post-producción.
Un comentario extra: la reflexión filosófica pelotuda abusando del buen nombre de Orwell ya la hice yo en mi post. Gracias (?).
Ya ha llegado el momento de agradecer tantos y tan interesantes comentarios ante un post que no estaba concebido para generar polémica. Y para seguir fiel a mi costumbre, no contestaré a ninguna de las cuestiones vertidas por ustedes sino que simplemente divagaré un poco más sobre el tópico.
Abordar un tema como GH representó para mi un interesante desafío, y esto no fue menor por el tono jocoso que obligaba la sección en la que sería incluida la participación. Sin embargo, fue una interesante oportunidad de poder discurrir sobre una cuestión que últimamente me está generando curiosidad, y esto es: la cultura popular.
La cultura popular entendida como un fenómeno extenso, no como una condición de clase o de status, sino todo lo contrario. Y en ese caso GH ocupa un rol central en la actualidad, merced a las críticas que se puedan efectuar al tipo de consumo cultural que supone la televisión. Comprender las acciones,deseos y emociones que provoca un programa televisivo de esta índole no resulta algo fácil de abordar, pero me parece necesario romper con cualquier tono condenatorio o gesto de superioridad intelectual.
Las dificultades para comprender fenómenos de esta índole pone en evidencia lo lejos que estamos de entender mínimamente a la sociedad si no abandonamos ese presuntuoso distanciamiento antropológico que domina la lectura de este tipo de temas. Asumir que somos parte de esa cultura popular, que podemos transitar los senderos de la TV «basura», autorreflexionar sobre nuestras propias actitudes, me parece un excelente ejercicio para acercarnos a una comprensión más enriquecedora. Y esto mucho más aún que cualquiera de los múltiples devaneos intelectuales en los que me ha gustado incurrir en otras oportunidades.
FEr
Fantastica la exposicion de los diferentes aspectos de este tipo de programas. Te felicito, Fer, admiro tu amplia vision y tu posibilidad de analizar con sarcasmo pero con altura.