En esta ocasión la sección se deleita con la participación de un gran invitado. Uno de esos escritores que en breves y concisas frases hilvanadas con la solvencia fruto de años de profesión desarrolla algunas ideas que por complejas nos obligarían a algunos a desparramar frases presuntuosas, pomposas e inconexas y no alcanzar ni por un segundo la misma contundencia de nuestro invitado. El experimentado periodista Julio Macías nos obliga en unos pocos y sucintos párrafos a revisar nuevamente el conflictivo tema del deporte asociado a la nacionalidad, pero desde un lugar que dista de ser obvio o recurrente. Nos invita a repensar al deporte en una clave que impugna el mero espectáculo resultadista, émulo pobre del trágico arte de la guerra, y en tal ejercicio nos propone el desafío de reflexionar cuál es nuestra posición frente a este entretenimiento de masas que es el deporte. Una posición comprometida, una visión estética, filosófica e ideológica del fútbol, del deporte, y de la vida. Desde un lugar lateral, casi esquivo, Julio nos invita a reflexionar la carga subjetiva profunda que atraviesa nuestros juicios frente a los deportes y los sentimientos intensos que despierta, nos desafía a abandonar el exitismo, a dar al deporte esa entidad única y maravillosa de un juego, nada más y nada menos que un juego, y celebrar a los que saben jugarlo (Fernando M. Suárez -Responsable de Sección)

Alejandro Coccia, el relator de rugby de ESPN decía desde Nueva Zelandia que Los Pumas habían hecho lo posible, que se habían jugado enteros, pero que no les había alcanzado en su debut en el Mundial ante Inglaterra. Perdieron pero pusieron todo lo que hay que poner, era el mensaje.

Por esos mismos días, en el Polideportivo de Mar del Plata, la Generación Dorada a punto de decir adiós definitivamente, sufrió bastante para ganarle a Puerto Rico y conseguir la clasificación a los Juegos Olímpicos, en el torneo de básquetbol, lo que fue considerado un logro extraordinario de esta legión de gladiadores, a los que el público –que abarrotó el renovado, con fondos del gobierno bonaerense, escenario del Parque de los Deportes- alentaba y pedía “… ponga huevo’ /que ganamo’ …”.

Y también por esas fechas, al asumir como entrenador de la selección de fútbol, el ex estudiante de Ciencias Económicas y militante en su juventud de grupos católicos, Alejandro Sabella, enhebró un insospechado discurso patriótico: de su boca salieron referencias hacia Manuel Belgrano, “el ejemplo a seguir, porque dio todo por la patria, dejó su sueldo, murió pobre”, en procura de alcanzar “con humildad” el bien común y que los futbolistas convocados deberían mostrar “sentido de pertenencia hacia la patria, el país y la selección”.

La relación deporte/nacionalidad no es nueva y se han escrito ríos de tinta, frase antigua si las hay. Pero de un tiempo a esta parte, va ganando mucho más terreno esa asociación libre que –la verdad- me mal predispone. No soy de los que se desgañitan pidiéndole a Messi que cante el himno para demostrarme que es argentino de verdad, ni tampoco de los que se les estruja el corazón al ver cómo los muchachos del rugby abrazados, lloriquean y vociferan las estrofas de Vicente López. No me gustan las sobreactuaciones nacionalistas, me traen malos recuerdos.

Tampoco, y mucho menos, soy de los que piensan que ganar es lo único que sirve y que para ganar hay que poner más garra que otra cosa, pisarle la cabeza al adversario, “¿me entendés?, pi-sa-lo” (Bilardo dixit). Más bien me afilio al listado de los que entienden que ganar es importante -¿conocen a alguien que haya entrado a una cancha, aunque sea en un encuentro de amigos, para perder? Si la respuesta es afirmativa, avísenme, que es motivo de una nota periodística super original-, claro que es importante, pero no lo único. Y que el camino hasta la victoria (siempre) es mucho más fácil si las herramientas que se utilizan, los argumentos, están más relacionados con las capacidades lúdicas de los protagonistas que con sus respuestas hormonales o condiciones vocales. ¡Si nos tocan deportistas “roncos” estamos listos!

A ver si lo paso en limpio: lo que quiero decir es que no se es más valiente, ni mucho más argentino por “poner” que por “jugar”. Se es mucho más valiente, desde lo deportivo, si se apuesta al juego antes que al huevo y no es una diferencia de letras, nada más. ¿Messi tendrá menos sentido de pertenencia, como pide Sabella, porque no canta/no sabe/no quiere el himno o su sentido de pertenencia argentina tendrá más que ver con la carga genética del fútbol argentino? Sí, ya sé, me dirán: pero Maradona jugaba con el tobillo recontrainflamado… Maradona fue único, no habrá otro igual. Es el antiejemplo. Fue el último capaz de ganar él solo un campeonato en un deporte colectivo.

Y con respecto a Los Pumas, ¿por qué les elogiamos lo que en otros deportes criticamos? Ellos “pusieron todo”, pero no les alcanzó y perdieron, igual se lo perdonamos, porque lloran cuando los enfocan y recitan las estrofas del himno.  Pero al fútbol no le perdonamos nada, crucificamos a sus integrantes porque alguno no sabe la canción patria, otro patea mal los penales, otro deja cabecear al 9 rival, etc., etc. Encima, están llenos de plata, porque juegan en Europa, mirá que se van a preocupar por los gloriosos colores albicelestes…

El doble status que ejercitamos en relación con los deportistas argentinos es lo que me molesta. Un doble status que nos hace ser más o menos nacionalistas, según nos vaya en la Feria. Y, la verdad, el deporte –aunque lo hayan usado desde siempre- no debe ser un instrumento para reflejar nacionalidades, patriotismos, etc., etc. Al deporte se lo practica, se lo juega, bien o mal. Pero ninguna de las dos posibilidades nos hace (y los hace a los deportistas) más y mejores argentinos, más y mejores patriotas….

Me gustaría más que el público le pidiese juego y no huevo al equipo que sea en el momento en que “las papas queman”. Que nos sintamos orgullosos con el esfuerzo –al que valoro, por si alguno me malinterpreta- pero mucho más cuando se demuestra calidad. “El fútbol es una ensalada de talento y sacrificio”, dijo alguna vez un viejo entrenador. Quito fútbol y lo reemplazo por deporte.  Los Messi o los Ginóbili ganarán más partidos que los Fernández Lobbe o Kammerichs, de eso no tengo ninguna duda. Que se necesitan mutuamente, seguro. Que unos y otros se complementan, más que obvio. Pero, por favor, no nos confundamos más: ni ejemplos patrióticos (que la Patria no va en esto y después si quieren discutimos qué queremos decir cuando decimos Patria/Nación, etc.) ni nada de eso. Cantar o no cantar el himno no sirve en sí mismo, no es suficiente.

Que Messi demuestre en la selección lo mismo que en Barcelona, es el reclamo. ¿Y si en verdad tiene más sentido de pertenencia con el Barcelona, qué? En vez de autoflagelarnos con Messi, disfrutemos con Messi. Y dejémonos de… embromar.

                                                                                   Julio Macías – Columnista invitado