Category: Nota al pie


Cortitas al pié

El que se crea un artista en esta ciudad es un reverendo zapallo. Los que queremos ser algo somos “agitadores culturales” en la era del post punk / grunge. Nos gusta el agite, agitamos, somos agitadores: queremos que lo demás se agite. No escribimos poemitas para recitarlos en los palacios municipales: trabajamos, actuamos, editamos, leemos, nos reunimos, gritamos y lloramos. Escribimos, sí: también y además. Ese mundo del agitador es el mundo de Agustín, cuya escritura quebrada pero no cansada es el fiel reflejo de la diversidad de acciones que le ponemos a la máquina para que se mueva. Y agite.(Joaquín Correa, responsable de sección)

  1. Llegado el momento ¿no sentiré el peso, culpable de varios silencios? El encuentro será un estallido. Partes multicolores, sangre de otro.
  2. ¡Juan! ¡JUAN! No podés salir del aula. No. ¡No! Aunque éstas no sean clases normales, lo mismo. Ya hablamos mil veces vos y yo, hagamos las cosas bien. Juan. ¡JUAN!
  3. Todo producto pesticida contiene sustancias cuya función es facilitar su manejo o aumentar su eficacia. Estos ingredientes no son especificados en las etiquetas del producto. En humanos, los síntomas de envenenamiento incluyen irritaciones dérmico-oculares, náuseas, mareos, edema pulmonar…
  4. ¿Y la obra cómo va? ¿Cómo ya no la hacen más? ¡Pero si yo quería verla! Me quedé con las re ganas, por qué no avisaste…
  5. Qué formato se le imponía, era algo difícil de definir. Las matrices de sus precedentes eran irrastreables.
  6. Sí, me encanta En tercero de Formación Actoral. Sí, no… mal. Aparte te re cambia la relación con tu cuerpo, con la gente. Ahora estoy haciendo una escena con una compañera, alucinante mal. Re-conectamos desde el primer ensayo.
  7. …descenso de presión sanguínea, reacciones alérgicas, dolor abdominal, pérdida masiva de líquido gastrointestinal…
  8. Bien ahí, Juan. Bueno, ahora tenés que encontrar a qué refiere este «la» en «la protege». Exacto. ¿Por qué? Bien. Subrayalo e indicalo con una flecha.
  9. Viernes. Boedo e Independencia. Una luz en picada ilumina un portero viejo. «Si… para la de las once y cuarto». «¿Qué obra?». «El violín…» Miro a mi compañera, más rápida. «El viento en un violín». «Por la entrada de México». «Dos». «Estudiantes». $140. En 15 minutos, la fila de gente continúa pasando el bar, el portón a la calle y casi hasta la esquina. Atravesamos la puerta y el escenario hacia los asientos. Calculo, entre la luz de los tachos. Doce, quince filas. Ancho, ¿18? Cuando comienza la función, llego a ver apenas cinco butacas libres en todo el teatro. Copa de malbec: $16. Finca Suárez («¿?» -nos miramos). ‘Ensalada vegetariana’ es todo lo poco que promete el título de un caos de base tortilla de hortalizas naranjas y choclo, hojas (todas las hojas que hay), semillas, aceto, parmesano y pesto de rúcula. Ni el vino ni los fantasmas tienen cuerpo, pero ambos vienen a buscarnos y cruzamos las vías del tren mirando el cielo. Todo en el sucuchito del centro cultural.
  10. Es Canesa y Catriel. Agarrás Champagnat, pasás la rotonda, Vértiz y ahí nomás Tetamanti. Pasás Mario Bravo, Guernica, Piñacal, Chanal, Manrique y ahí, Catriel. Después, Labardén, Lobería, San Cayetano y Canesa. ‘Partiendo de un conflicto imaginado, escribir una breve escena teatral donde se desarrolle el modo en que los personajes lo afrontan.’
  11. Ah, no, no lo conozco. De él creo que no vi nada, no sé… Y no, poco… Lo último que ví, Ubú, la de Yanícola. Síi, un flash, un flash, el tipo es un re clown mal. Y creo que después de esa vi Baraka, también, los cuatro, unos genios. Pero no, después nada.
  12. Bueno, pero escuchame. Te quedan dos nomás. Acordate lo que dijimos hace un año, Juan, vos no querías saber nada… Y ahora, si el tipo este te pide el título para laburar ahí, ¡es un esfuerzo más y ya está! Te queda cerca de tu casa… En dos patadas lo liquidamos, con el de matemática tenemos la mejor onda.
  13. «Limomenta especial». Vaso transparente de 500cc. Capa espumosa blanca con moteado verde oscuro, húmedo. Abajo, una turbiedad eterna de jengibre dulce y cítrico. «Fiebre de guerra». JG Ballard. El tiempo se detiene entre los libros del pasaje, sus paredes de escaleras y anaqueles, los ojos del café que sólo bucean solos un decurso intraducible.
  14. …vómito, pérdida de conciencia, destrucción de glóbulos rojos, falla renal. Los ingredientes principales con alta tasa de toxicidad son: sulfato de amonio, benzisotiazolona, propinilbutilcarbamato…
  15. Diego. 11 años. TP N°1. Sintetizar un posible conflicto teatral.

El gran robo. Tres pibe menor de edad de noche en lo de uno de ellos. Quieren salir a roba tiene dos armas pero estan re drogados y borracho y discuten.

  1. Si Borges había hecho cuentos para eximirse de la tarea de ejecutar novelas que en ellos proyectaba, ¿por qué no podía él elaborar notas para un artículo que no llegaría… ocupando, sugerentes, su silencio… suplantándolo?
  2. Profe, usted a qué edad… tuvo su primera vez.

¿Por qué quieren saber eso?

Acá el amigo no la puso todavía y se va a quedar con todo adentro.

Pero bueno, para eso no tiene que tener relaciones sexuales obligatoriamente. ¿Qué les dicen en las clases de educación sexual?

No tenemos.

  1. … isobutano, metil pirrolidinona, ácido pelargónico, polioxietileno-amina (POEA), hidróxido de potasio…
  2. Y usas guantes, ¿no? Bien, bien. No, por las dudas. El título decile que recién está la semana que viene, lo tiene que firmar la directora. Bien. Y, Juan, cuidado con el tema de los fertilizantes y eso porque esas cosas pueden ser medio jodidas, ¿viste?
  3. Paro. Los chicos son retirados por sus padres. A espaldas de la directora, los más grandes se escapan por un alambrado. Gaby deambula. ¿12? Buzo blanco con la cara de Mickey, arrugado, sucio en la espalda con tierra. Su cara es todo el sueño que puede haber en la tierra.

¿Usted es profe de tercero?

Si. ¿Vos estás en segundo?

Primero. ¿Cómo se llama?

Agustín. ¿Vos?

Gaby.

¿Y tu mam- ¿Y no te puede venir a buscar nadie?

No, está durmiendo ahora mi tía.

¿Y si la llamamos desde la dirección?

Na… No va a venir.

¿Pero cómo no? La llamamos, dale.

Deje. Nomás que tenga el vicio, el resto ni le importa.

  1. De todos los mecanismos de defensa, que otras ramas de las «psciencias» llaman benévolamente mecanismos de afrontamiento, el más siniestro era el que segregaba las hormonas correctas para entumecer.
  2. El perro necesita espacio, casi químicamente. Flori, luego de los primeros diez días que vivió con nosotros en vez de en la cocina de su solitaria dueña, dejó de morder; después cambió su trato a las macetas cuando ella empezó a llevarla a la playa en las mañanas (no dejábamos de pensar en esas señoras con perros de espalda chata y tranco corto, sin elongación de los tendones que unen las patas al cuerpo; perros con agorafobia, perros con vértigo del horizonte). Y los gatos no tienen dueño. Para el resto de los habitantes de la ciudad, la oficina, el súper y el gimnasio reemplazan trepar árboles, cazar, recolectar y perseguir. Si a la edad de piedra sobrevivimos los más ágiles, en la era de google, la endorfina que no quema grasa generaría deudas invisibles al cuerpo. ¿Cuántas enfermedades secretas están planeando nuestras células irradiadas de red 3G y sedentarismo? ¿Quiénes serán los naturalmente seleccionados cuando el hacinamiento, el HD y el Activia nos harten hasta hacernos huir? ¿Quedarán frutas no transgénicas? ¿Podremos todavía producir las enzimas que digieran las proteínas crudas de las últimas hojas silvestres?
  3. …sulfito sódico, ácido sórbico e isopropilamina. El ingrediente activo (glifosato) está clasificado como extremadamente tóxico.
  4. ¿Y plantan otras cosas o frutas de invierno nomás? Ah, mirá… Albahaca, menta. ¿Rúcula también? Bueno, un montón, Juan. A mí me encanta, ¿vos no te guardás algo de lo que sacás vos?
  5. Al fin y al cabo, sólo se entrelazan en mí, su único punto de encuentro, espacio circular en torno a un vacío, hilo que une fideos en esos collares que hacíamos en el jardín de infantes, ordenando las hebras para que el centro no se haga un nudo de pasta seca, manos húmedas y algodón.

Agustín Barovero – columnista invitado

Cuerpos, registros y ley.

Orwell sigue ahí, golpeándonos sin piedad en la rodilla, en la cabeza, en el estómago. Tanto se ha escrito sobre su mundo y el nuestro y sin embargo poco hemos querido detenernos a comprender. Porque, de seguro, nos aterrorizaría pensar que la literatura, esa inutilidad, tenga algo que ver con lo real. Tomás Villegas se suspende, piensa, desmenuza algunas cosas y otras las deja ahí, para que nos duelan si nos hacemos cargo. Con una escritura transparente y lúcida, Tomás quiso ponernos al mundo orwelliano frente nuestro. (Joaquín Correa, responsable de sección).

 

 

                No creature among them went upon two legs.

No creature called any other creature «Master.»

All animals were equal. 
“Animal farm”

Orwell

Una constante obsesión del mundo Orwelliano: el Estado como monstruo, como máquina que moldea conciencias y cuerpos. La revolución puede entenderse, justificarse. Es, en un punto, inevitable, ya que la Historia se comprende cíclicamente (de negación en negación, diría Hegel). Claro que no viene sola. ¿Qué hacer con el poder si es que, en efecto, puede controlarse? Punto caro a Orwell: ¿puede el hombre con el poder? Sus novelas más reconocidas, Rebelión en la granja y 1984, abordan la cuestión y responden por la negativa con la fuerza de un cross a la mandíbula. El ser humano es determinado de pies a cabeza, hechizado (como los personajes de Arlt por el dinero) por el poder, por lo que éste conlleva.

Una de las consecuencias del Estado totalitario (no sólo de sus aparatos represivos sino también ideológicos, al decir de Althusser) es el aniquilamiento del individuo. Cualquier rasgo que lo singularice (es decir, que lo vuelva sujeto) atenta contra el establishment. La paradoja que atraviesa 1984 puede resumirse en que el protagonismo de los caracteres individuales reside en un concepto que, por excelencia, tiende a la homogenización y a la anulación de identidades. Me refiero al concepto de clase. La especificidad de los proles es antagónica a la de los miembros del Partido por razones varias, a saber: la vitalidad y la materialidad de los primeros en oposición a la apatía y a la negación del cuerpo y sus instintos básicos de los últimos. El partidario se define sólo por la sumisión y el acatamiento a las normas y reglas, es decir, por la reproducción del sistema. Se aboga también por la paulatina disminución de sus funciones cognitivas. Una especie de involución. De aquí que el hombre pase de ser un animal racional o político a un engranaje automatizado. Sapir-Whorf estarían encantados al leer la premisa que Syme le comenta al protagonista, Winston. La percepción y la comprensión del mundo que se aprecia (que se crea, que se piensa) está ineludiblemente ligada al lenguaje:

¿No ves que la finalidad de la neolengua es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente? (…)¿cómo puede haber crimental si cada concepto se expresa claramente con una sola palabra, una palabra cuyo significado esté decidido rigurosamente y con todos sus significados secundarios eliminados y olvidados para siempre? (…) Cada año habrá menos palabras y el radio de acción de la conciencia será cada vez más pequeño.(1)

Adelgazado el léxico mental de los afiliados al Partido, su libertad termina por coartarse. No hay forma incorrecta de nombrar la experiencia, el mundo. No existe dicha posibilidad dentro de los márgenes de la neolengua. La muerte de la ambigüedad lingüística es la muerte del sujeto.

En cambio, en las desviaciones de los proles se encuentra el ánima. Los suburbios y los barrios marginales (donde ese eufemismo llamado free market gobierna) son apenas vigilados. La inconsciencia clasista reinante opera como el mejor método de control. Considerados por el sistema como fuerza de trabajo exclusivamente (“Los proles no son seres humanos” (60)), la figura del viejo anónimo al que Winston invita un trago y la del “tabernero”, resumen las peculiaridades del proletario 1984: un mínimo retrato –los rasgos físicos interesan en tanto que diferencian–, la importancia del cuerpo, la gesticulación,  el disenso y la discusión (por motivos etarios y lingüísticos). Orwell jamás idealiza a la clase, la piensa a partir de sus conflictos y tensiones internas.

Un hombre muy viejo con bigotes blancos, encorvado, pero bastante activo (…) estaba acodado en el bar discutiendo con el barman, un joven corpulento de nariz ganchuda y enormes antebrazos.

–¿Vas a decirme que no puedes servirme una pinta de cerveza? decía el viejo.

–¿Y qué demonios de nombre es ese de «pinta»? –preguntó el tabernero inclinándose sobre el mostrador con los dedos apoyados en él.

-Escuchad, presume de tabernero y no sabe lo que es una pinta. A éste hay que mandarle a la escuela. (95,96) (La cursiva es mía)

En primer término, la corporeidad del barman lleva en sí misma una idea de exceso, de demasía y desborde. En otras palabras, de algo que pareciera escapar al control. Inconcebible en el mundo oficial, lo que atraviesa por completo la escena es el disenso, la disputa, el cuestionamiento a la autoridad. Las burlas parten de ambos bandos; no obstante, el menos actual de los dos (el menos revolucionario, diría en tono sarcástico Orwell) es el que, como en la habitación 101 (número de departamento que habita el personaje Neo en The Matrix, dicho sea de paso) solicita la reeducación del barman. Actitudes desafiantes, bravuconerías y un registro bajo en contraste con la norma lingüística establecida –la neolengua– son las marcas privativas de una clase y de un mundo que se construye en paralelo al oficial (una relación, en tanto que mundos literalmente contiguos en 1984, semejante a la que Bajtin pensaba entre la cultura hegemónica y la popular en la Edad media y el Renacimiento).

Los contrastes corpóreos y lingüísticos denuncian una diferencia de clase inconsciente para la mayoría de sus integrantes. La distancia entre dos cosmovisiones (mejor, la ignorancia de la razón de ser de dicha distancia) es necesaria para el mantenimiento de la Ley. Como reza uno de los slogans del Partido: La ignorancia es la fuerza.

Tomás Villegas – Columnista invitado

(1) Orwell, G. 1984. Bs. As. : Destino. 2006. P. 60. (Citaré entre paréntesis de aquí en adelante)

¿Es o se hace?

Parecía el relato de Fierro. Algo de gauchesco había en esos espacios en blanco, en la brevedad de lo narrado. En lo escueto, en el sorteo de la muerte. La ambigüedad y la duda quisieron asegurarse regalando la anécdota al terreno de la literatura. Martín Kohan se mete entre aquellas palabras de Calamaro y entre algunas incertidumbres más, encuentra alguna respuesta. (Joaquín Correa –responsable de sección)

No sería el único crimen que cometió Andrés Calamaro. Recuerde, el que lo haya olvidado, lo que hizo con aquellos tangos, sin sentir mayor piedad. Dijo ahora, o escribió, que además una vez mató a un yonqui, en algún lugar de Madrid. Así dijo, y con jactancia. ¿Acaso no nos dimos cuenta, no vimos de lo que era capaz? Lo mató y lo comunicó en un tuit, le bastaron 140 letras. La noticia corrió por la red como si fuera la sangre del yonqui.

Avisado del efecto de espanto, Calamaro se apuró a corregir y a impartir una lección de lectura. Según él entendimos mal, lo suyo fue nomás literatura. No sería la primera vez que alguien dice “literatura” cuando quiere decir que mintió. Pero, ¿qué clase de literatura es ésta, de una frase tan corta y tan simple? Sin embargo Calamaro, el escritor, no pudo resignarse a no ser ese otro Calamaro, el asesino, que a todas luces le gustó.  Entonces se volvió a retractar y optó por una salida ambigua: dejarnos con la duda para siempre, con la espina clavada como quien dice, de si mató o no mató a aquel yonqui, de si obró mal y después escribió, o si solamente escribió mal, y eso sin haber obrado.

Andrés Calamaro aclaró que ni tan siquiera su madre puede saber a ciencia cierta cuándo él está hablando en serio y cuándo no. Lo dijo, según parece, para que aprendamos a soportar la incertidumbre, y no vayamos a molestar a esa pobre señora con preguntas fastidiosas, que por otra parte no sabría responder.

 Martín Kohan –Columnista invitado

i.

El tiempo del blog ha terminado. Como una supernova, hicieron furor y se apagaron. Los lamentos personales y las nimiedades de todas las vidas posibles empezaron a habitar otros espacios dentro del infinito entramado de las redes sociales. Sin embargo, y gracias a esta fuga masiva de usuarios, algunos decidieron seguir adelante con sus blogs y redefinir el espacio, su utilidad y funcionamiento. Aparecen ahora más que antes como el empeño por construir una obra, lentamente, en el día a día, conservando todo lo publicado con el sentido que el tiempo y el trabajo le dan a una escritura propia.

En su Fucking Godot, Francisco Loscalzo escribió una poesía urgente. Una poesía del aquí y ahora tejida entre la desesperación y el desencanto, la violencia y el temor, el deseo, la espera y el odio. Sus textos fueron surgiendo esporádicamente, pero cada vez más se sentía en ellos la carga del esfuerzo por purgarse de todo bien, de todo mal. La poesía de Francisco parecía escrita con el miedo de atravesar cualquier puente, con el sufrimiento del que elige no ser ingenuo, con la rabia de deber seguir un camino, con el dolor desesperado de un domingo muerto.

ii.

Los poemas tomaban a veces la forma aparente de un reclamo, de una demanda, cuando no eran otra cosa que el susurro del deseo manifestándose en una plegaria urgente. Sumergirse, habitar al otro para así resguardarse del afuera, de los demás, construir un espacio y un tiempo donde un nosotros creciera tan grande y poderoso como para desterrar de la vida al dolor: semejante utopía no podía sino demorar el fracaso futuro. De ahí ese vaivén de amor y odio, esa mezcla del tono fuerte y la palabra débil. La voz, en su origen y hacia el final, siempre buscó lo mismo: llegar al otro, hacerse entender, construir el nuevo orden de las palabras y los cuerpos.

Existe un saber de la tristeza y existe una exploración de la melancolía. Para la persona triste todo lo que viene de afuera es daño y dolor; para el melancólico, el exterior es arbitrario e incomprensible. Lo ajeno, lo otro, lo real no es sino para ambos la fuente de la desdicha. El tono de la poesía de Francisco Loscalzo se escucha entre esas modulaciones, pero se aleja de golpe y sorpresivamente al despegarse, con la violencia propia de la venganza, de la pasividad en que se deja abandonar el triste, el melancólico.

iii.

El puente no ha terminado: bajo cada palabra está la nada.

 Si una noche de invierno un viajero, Italo Calvino

Con la curiosidad que da el haberse internado hace ya tiempo en la trinchera, se pregunta: “Acá no hay luz, pero allá ¿sale el sol?”. ¿Cómo es la vida del otro lado? Vale decir: ¿cómo es tu vida? Es éste el nacimiento del puente y con él, de los miedos, la indecisión, la histeria y el rechazo. ¿Valdrá la pena salir a ver qué pasa? El puente se sabe, de antemano, endeble, quebradizo, lleno de dolor e incomprensión. En él se reúnen, como en una epifanía, el pasado y el futuro en el ahora. Ante el sujeto, el camino y el puente: su utopía personal del amor y el reconocimiento, del fin de la espera y del odio. Una vez abandonada la trinchera, no queda otra que seguir adelante, abalanzarse a pesar de los riesgos, sufrir con el dolor extraordinario o, si logra llegar al otro lado, fundar su nuevo refugio. Aunque esta vez, será compartido, será pleno. De todas formas, atravesar el puente -con o sin éxito- implica una ganancia para la libertad y el conocimiento personal al haber destruido los espejismos creados por la distancia.

iv.

¿Quién escribirá la historia de lo que pudo haber sido?

“El día de la mujer mundial”, Andrés Calamaro

Frente a Ella o frente al mundo, siempre, para Francisco Loscalzo decir es una forma de la acción. Cómo decir y cómo actuar serán, entonces, sinónimos. La distancia entre dos personas o la distancia entre el sujeto y la realidad se medirán gracias al lenguaje, que todo lo corrompe, que todo lo puede salvar.

Ahí se encuentra, podríamos pensar, el núcleo de su poesía. Las ausencias y lo presente, la mentira y la prostitución de las palabras, los fantasmas y el monstruo, el puente, los refugios, la espera, los recuerdos y la idealización: todos los elementos que se encuentran y se esconden en su poesía son irradiados como los rayos de una bici desde la voluntad del sujeto por sostener al lenguaje y a la acción dentro de los límites del compromiso y la coherencia. Algo que, indefectiblemente, implica dolor al ser ésta una postura humana, demasiado humana.La noche es el tiempo y la soledad el lugar donde nace la escritura, que se definirá desde ahí como un dibujo que intenta anular a los fantasmas, hacer callar al recuerdo, desenmascarar a la mentira. El blanco de la página es el silencio de la noche, es la posibilidad de una isla que le regala al sujeto la tranquilidad frente al aturdimiento del día. Aunque claro, quedarse solo y en silencio no siempre es bienvenido y de ahí que, al final, los restos diurnos, los fantasmas, sean necesarios.

 No hay dialéctica entre el lobo y el cordero, repite una y otra vez, sino una complementariedad estrecha:

El cordero necesita del lobo para ser libre. Necesita de su ausencia (que es la forma más fuerte de presencia) para vivir su mundo, para gozar del libre albedrío.La vida se le simplifica, es un juego, nada lastima, la vida es sueño, porque el lobo está ausente; y porque el lobo representa lo real, lo único que puede terminar con el juego, el lobo es el dolor. (“Siempre gozaste la libertad de un cordero”)

La vida es, así, una ficción sin gracia, hasta que entra en ella el dolor y lo atraviesa todo y nos vuelve a advertir sobre los riesgos del olvido y la negación. El dolor es lo real y la escritura, un registro para conservar su memoria. La escritura del dolor es su forma personal de, arriesgándose, justificar la existencia y esquivar el vacío. La escritura del dolor es la opción de Francisco Loscalzo para hacerse cargo de la espera indefinida o la orfandad en que nos ha dejado el idiota de Godot.

Joaquín Correa – De la redacción

Una costumbre que los argentinos hemos decidido apropiarnos de la segunda madre patria (Francia), es el café. Parar en un café, aunque el día siga adelante con sus atropellos, y charlar, dejar reposar la vida y darle lugar a las amistades. Quise que esta sección fuera como un café ambulante cuya única nación fuera la amistad. Y así, han ido surgiendo los textos de este año, como continuaciones de otros tiempos, otros espacios y otras charlas. La amistad los reunió. Hoy me encontré con Tomás. Vino para hablarnos de Poe, para volver a hablar una vez más de Poe y cómo es sorprendente que a los pibes los siga maravillando. Deténgase, lector amigo, tómese un té lento o un café calentito y déjese llevar por el relato de Tomás Villegas. (Joaquín Correa, responsable de sección).

 


Como del otro lado del espejo
se entregó solitario a su complejo
destino de inventor de pesadillas.
Quizá, del otro lado de la muerte,
siga erigiendo solitario y fuerte
espléndidas y atroces maravillas.

“Edgar Allan Poe”, Borges

Usher está recopado

“Reflexión primera”,

Maxi, alumno de tercer año de escuela secundaria

La narrativa de Poe, esa fuente inacabable de placer oscuro, me fascinó desde la adolescencia. Descubro, con abierta felicidad, que un retazo, algo enmascarado a veces, explícito otras, de esa fascinación, aparece en la concentrada y atenta lectura de muchos chicos jóvenes y adolescentes (me consta, he sido y soy testigo de ello).

Sin ánimos de contradecir al maestro Bajtin, todo texto es dialógico. No importa cuánta línea baje el narrador paternalista, cuanta ideología clausurada se intente imponer desde la autoría. En la medida en que todo lector actualiza con sus sentidos, sus saberes y su experiencia la lectura, un texto no tiene fin (sí, sé que no soy el primero en decir esto).

Me produjo gran alegría escuchar de la boca de un pibe de catorce años las palabras del epígrafe. ¿Cómo es posible que, después de: casi ciento ochenta años de su publicación original, las críticas, la cristalización del género, las parodias, los lugares comunes instaurados incluso en otro arte –como el cine–, Poe pueda seguir suscitando tal grado de interés?

La caída de la casa Usher logra condensar una estética: una serie de elementos (podrían, con facilidad, enumerarse, por feo que suene), de regularidades, observables en un altísimo porcentaje tanto en la producción poeniana como en los géneros de terror y el fantástico. Es un súmmum. No sencillamente una aglomeración de tópicos o motivos comunes a lo terrorífico, sino un súmmum confeccionado con maestría. Posiblemente, La caída de la casa Usher sea el cuento más logrado del autor.

El lugar da bastante cagazo (reflexión segunda)

¿Cuál es la primera información que recibimos del cuento? La llegada del narrador personaje a la mansión, recorriendo un camino que la naturaleza se encarga de enlutar. En esta instancia, en lugar de ser un correlato objetivo de la subjetividad del viajante, la naturaleza y la casa influyen sobre su psiquis y estado de ánimo:

Durante todo un día de otoño, triste, oscuro, silencioso, cuando las nubes se cernían bajas y pesadas en el cielo, crucé solo, a caballo, una región singularmente lúgubre del país; y, al fin, al acercarse las sombras de la noche, me encontré a la vista de la melancólica Casa Usher. No sé cómo fue, pero a la primera mirada que eché al edificio invadió mi espíritu un sentimiento de insoportable tristeza.(1)

Harto conocida interrelación entre sujeto y objeto que el romanticismo se encargó de llevar al extremo. El comienzo ofrece dos introducciones: la del tiempo de la historia y la de la atmósfera grisácea y dramática. Este anudamiento se ofrece incluso en la denominación de la casa: “Casa Usher”; entidad fusionada, esclavizante antes que simbiótica. 

«Me faltan palabras para expresar todo el alcance, o el vehemente abandono de su persuasión. La creencia, sin embargo, se vinculaba (como ya lo he insinuado) con las piedras grises de la casa de sus antepasados. Las condiciones de la sensibilidad habían sido satisfechas, imaginaba él, por el método de colocación de esas piedras, por el orden en que estaban dispuestas, así como por los numerosos hongos que las cubrían y los marchitos árboles circundantes, pero, sobre todo, por la prolongación inmodificada de este orden y su duplicación en las quietas aguas del estanque. Su evidencia —la evidencia de esa sensibilidad— podía comprobarse, dijo (y al oírlo me estremecí), en la gradual pero segura condensación de una atmósfera propia en torno a las aguas y a los muros. El resultado era discernible, añadió, en esa silenciosa, más importuna y terrible influencia que durante siglos había modelado los destinos de la familia, haciendo de él eso que ahora estaba yo viendo, eso que él era». (177)

Ellos son muy especiales, muy finolis (reflexión tercera)

La grandilocuencia de la casa denuncia la estirpe de la familia; por esto mismo, la grieta que atraviesa su fachada y su desmoronamiento ulterior simboliza el deterioro y el final de una casta alguna vez prestigiosa(2). Poe no hace más que seguir las descripciones aristotélicas: las verdaderas tragedias son las que sufren los patricios, la sangre azul; allí está lo serio, lo sublime. Todo lo demás es risible.

La enfermedad que aqueja a los hermanos Usher (razón por la cual el narrador realiza el viaje) proviene de una extrema sensibilidad, de una agudización hiperbólica de los sentidos (“a constitutional and a family evil”). La realidad es demasiado pedestre para los nobles genes de la familia. Como en el anónimo narrador-personaje de El corazón delator, la hiperestesia es una moneda romántica de dos caras: es un don que eleva al ser respecto del resto de los mortales; a través de ella se puede percibir tanto lo Bello como el Infierno.(3) Al decir de Abrams, es la lámpara con la que el sujeto ilumina la mediocridad de la vida (el opio tiene una función equivalente).

Es como clásico el cuento (reflexión última)

 Ligada a la idea anterior de súmmum, Usher re-crea un imaginario del horror que, lejos de haberse desgastado, se mantiene incólume. A pesar del paso del tiempo, los motivos y procedimientos para generar terror, en esencia, no han cambiado. La famosa atmósfera, las interjecciones pavorosas, los tópicos relacionados con la muerte, la mujer fantasmal, las maldiciones, etc., siguen produciendo, en mayor o menor medida, el efecto deseado. Poe supo articularlos como pocos. De aquí que no suenen ridículas las palabras de Roderick Usher al nombrar aquello que verdaderamente no se puede, en el sentido lacaniano, simbolizar: “En este desaliento, en esta lamentable condición, siento que tarde o temprano llegará el período en que deba abandonar vida y razón a un tiempo, en alguna lucha con el torvo fantasma: el miedo.” (174)

Tomás Villegas – Columnista Invitado

(1) Poe, E. A. “La caída de la casa Usher”, en Cuentos. Alianza: Madrid. 2002. P. 170.

(2) Recurso utilizado un sinfín de veces por Poe. Me quedo con Berenice: “Mi nombre de pila es Egaeus; no mencionaré mi apellido. Sin embargo, no hay en mi país torres más venerables que mi melancólica y gris heredad. Nuestro linaje ha sido llamado raza de visionarios, y en muchos detalles sorprendentes, en el carácter de la mansión familiar, en los frescos del salón principal, en las colgaduras de los dormitorios, en los relieves de algunos pilares de la sala de armas, pero especialmente en la galería de cuadros antiguos, en el estilo de la biblioteca y, por último, en la peculiarísima naturaleza de sus libros, hay elementos más que suficientes para justificar esta creencia.” Poe. E. A., “Berenice”, Op. cit., p. 156.

(3) “Los personajes de Poe, o más bien el personaje de Poe —el hombre de facultades sobreagudizadas, el hombre de nervios relajados, el hombre cuya voluntad ardorosa y paciente lanza un reto a las dificultades, aquel cuya mirada se clava con la rigidez de una espada sobre objetos que se agrandan a medida que él los mira— es Poe mismo.” Baudelaire, C. Edgar Allan Poe: su vida y sus obras. Disponible en: http://lamaquinadeltiempo.com/Poe/poebaudel.htm